lunes, 2 de marzo de 2009

De tetas y millonarios


Toda la semana ha habido comentarios y debates sobre el premio otorgado a Claudia Llosa por La teta asustada. Lamentablemente no puedo comentar esa película porque aquí en México, ni en Lima, está en cartelera todavía. Sin embargo, parte de este debate continúa de lo que ocurrió con Madeinusa, la película anterior de Llosa. Si bien estéticamente es una maravilla: el hombre del reloj y Magally Soler es con lo que me quedaría. No dejaba de ser la mirada desde la cultura superior (occidental) hacia la barbarie, la primitiva sociedad andina en la que todo se vale, en la que no hay moral, no hay valores. Me pareció una visión que no sólo mantiene una jerarquía tajante entre el “otro” y “yo”, occidental, civilizado, superior; sino que no explica e incluso tergiversa el sentido religioso profundamente desarrollado en el mundo andino en su relación con la naturaleza (de la cual casi no hay vestigios). Esta posición crítica ante una realidad que conozco se ha visto contrastada ante una realidad que no conozco y ante la cual, seguro que he sido asombrada y obnubilada como cualquier hijo de vecino en Quisiera ser millonario. Aunque el entramado me parece muy bueno, sí sentí, desde un inicio que la excesiva miseria era un rasgo morboso de la película, especialmente cuando ésta se aborda de manera jocosa como ante la visita del actor de cine a la barriada de Jamil. ¿Podemos hacer mofa del hecho real de que existan miles de personas viviendo en la basura o en la mierda? Y lo curioso del caso es que verlo allá tan lejos en India me hizo olvidar de que es una realidad que en Perú existe y se ha hecho también tristemente célebre, aunque con un mayor respeto artístico, por escritores de la talla de Julio Ramón Ribeyro en “Los gallinazos sin plumas”. Quizá por ello deba suponer también el rechazo de los hindús a una película que dramatiza para efectos cinematográficos una realidad que también sigue siendo observada desde el lugar del sujeto occidental y que sólo reproduce la lástima y la milagrosa posibilidad de ser millonario como salvación de la pobreza. Aunque me parece que el relato supera en mucho a la historia (una historia de amor como cualquier otra y encima con happy end), se reproducen los mismos vicios de lo superior. Quise creer que era una forma de denuncia social, pero supongo que la denuncia social es incompatible con el hacerse millonario con ella (al estilo de varios organismos de “ayuda económica”). Y bueno, esto surgió un poco del fluido intercambio de correos, de mi conversación con Montse, siempre lúcida y dando luz a las cabecitas lentejitas como la mía.


De mi semana cotidiana no puedo decir mucho, lunes de trabajo y con problemas de agua aún. Pasé al PUEG por el último libro de poesía que me faltaba para mi análisis y almorcé con Gaby y pasé la tarde en su casa. El martes me encontré a mi amigo Damián y conversamos mucho pero también tomamos mucho, estuvo muy bien porque recordé proyectos académicos y personales que había olvidado, como retomar el tema de los concursos literarios. El miércoles avanzar de a pocos y esperar el agua. Igual me dio tiempo de hacer quiché de champiñones. El jueves presentación en el PUEG de otra de las estancias, Hedalid, lo que me angustió porque la próxima presentación es la mía y no me siento aún lista. En la tarde conversación con Montse vía skype y cumpleaños de Rubén, fuimos a un restaurante japonés nuevo, que estuvo rico pero un poco caro (con toallitas calientes para desinfectarse las manos y todo). El viernes parada estratégica en casa de Oli por el agua, almuerzo en el 10 (me retracto porque ya las pizzas de ahí no me gustan), pase obligado por la Rosario Castellanos (muchas muchas compras). Sábado hablé con mi papá al skype también, paso por el centro, compras y Museo del Estanquillo, hay una exposición sobre retrato muy buena. Almuerzo en el Salón Corona (tacos de pulpo y quesadillas que me recomendó Gaby). Tuve la intención de ir a la Feria del Libro en minería pero había una cola que daba la vuelta a la manzana y ya estaba medio desfalcada del día anterior. En la noche, fiesta en casa de Rocío que tiene un piso para ella sola y una vista fabulosa del DF. Domingo desayuno en La vid argentina, Tepito y casa de la abuela de Rubén. En Tepito dejamos el carro en un estacionamiento donde no estaba visible la tarifa y al salir querían cobrar 40 pesos la hora (es decir, como 10 soles), cuando no pasa de 15 en cualquier lugar, aún los más pitucos (5 soles). Pero aunque hubo malestar no hubo pleito, eso me dio una sensación de indignación mayúscula, al parecer hay tal corrupción que en un lugar como Tepito (que sería el equivalente de Polvos azules de antes) no se espera que la gente sea honesta, ni respete las normas básicas y sólo abuse. No volveremos a ese lugar, obviamente, pero de todos modos. Empieza la semana con mucho trabajo, una temperatura más templada y al parecer sin problemas de agua.
En la foto, vista panorámica del DF desde el piso 14 de la Torre II de Humanidades (PUEG), Ciudad Universitaria.

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