La semana pasó sin ton ni son, con un calor insoportable que casi no me deja dormir. El lunes llamé a mi tía Marlene que fue su cumpleaños pero andaba en el hospital porque le dio peritonitis, felizmente que está ya bastante recuperada. Sintió un dolor y fue al hospital pero dijeron que no tenía nada y la devolvieron a su casa (los muy bestias) y pues se le reventó el apéndice. Estaba muy preocupada pero oír su voz me hizo sentir más tranquila. El miércoles y jueves me puse al día en varios pendientes del trabajo, hablé con Montse y Mirla al skype. El jueves fui al correo a dejar unas postales y hacer un reclamo por un envío que no llegó. El viernes fui al PUEG por el cheque que me debían por el dictamen del libro que hice el año pasado, pero no me lo dieron, sino un papel para que firme Oli (salió a su nombre porque yo no tengo recibos válidos aquí), así que tengo que regresar el lunes, ¡plop! Hablé con Rodo, pasé a la Rosario Castellanos por unos libros y de ahí fuimos a la fiesta de Giovanni que se puso muy bien gracias a la música del Gallo, regresé a las 4am a casa. Antes pasamos a cenar al Farolito, no había ido y tenían un montón de platillos con nopal, así que apoyan a los productores de nopal y como es además un producto saludable me parece una gran idea. Me dieron ideas para cocinar en la semana. El sábado hacer compras, pasar a las librerías del Sótano y FCE por regalos y encargos. En la tarde fuimos al centro un rato por el regalo de las madres y de ahí al pozole de Don Toño, parece que la gripe o la crisis o algo afectó porque estaba vacío, ni bien llegamos nos dieron mesa. Eso estuvo bien porque usualmente no acabas de comer y ya te están botando, pero pudimos hacer sobremesa tranquilos. Regreso exhausto, sueño de 7pm a 7am. El domingo no podía comunicarme con mi mamá ni vía skype, ni vía celular, ni vía teléfono, pero al final ella se conectó y ya pudimos hablar. Acabé mi rompecabezas (en la foto) y la pasamos con la familia de Rubén. Pero me dio mucha tristeza, a pesar de que la abuela Margarita dijo que no quería cocinar, terminó haciendo la pierna, Martha hizo lazaña (a mí me hizo una especial de champiñones), ella y Eva sirvieron la comida para todos e Hilda lavó el servicio. Los caballeros no movieron ni un dedo, como siempre. ¿Es que ni un solo día al año pueden encargarse de la cocina? No, parece que para algunas personas es demasiado pedir. Claro que a eso contribuyen también las mujeres, por no ponerse más estrictas, pero a mí me reveló mucho. Si usualmente no me gusta el día de la madre por ser un día además de únicamente mercantil, inútil por pretender que un día los roles se troquen o se hagan más equitativos si el resto del año todo sigue exactamente igual, ahora cuando constaté que ni eso se cumple, me sentí peor. Ante esta experiencia me di cuenta que lograr un día ya sería algo que celebrar, si realmente se cumpliera, y que como siempre el discurso por las madres, por su gran dedicación, queda sólo en eso, en discurso, porque cuando se trata de levantar un plato, lavar una taza o servir la comida, nadie se preocupa porque si las madres están muy cansadas o no, el hambre les gana. No sé si por esto o por alguna coincidencia cósmica pero esta semana tengo una flojera enorme de hacer cualquier cosa, una tristeza oceánica y un pesimismo creciente de que nada cambia en este mundo.
lunes, 11 de mayo de 2009
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